jueves, 18 de octubre de 2007

La ciudad de los Inmortales


¨Muy poco, dijo. Menos que el rapsoda más pobre. Ya habrán pasado mil cien años desde que la inventé¨.
(El Inmortal, de Jorge Luis Borges)

Bastos y lejanos pórticos de la ciudad amurallada
se erigen en la más vanal de las noches,
ciegos los ojos eternos le miran
y lamentan el deceso de los héroes caídos.

Yo me he extraviado hermanos, en este estrecho y gris laberinto,
sorteando cada suerte, mirando los planetas y estrellas
para dirigirme en mi cansado camino,
al más letal de mis destinos,

No hay descanso y la sed consume los cuerpos,
El sol cae en el día provocando espantosas fiebres en las noches.
Sólo la lluvia calmará la sed de los inmortales,
sólo la carne de serpiente calmará nuestra falaz hambruna.

Nunca habrá un río que calme
nuestra sed terca de la inmortalidad,
y nunca habrá un oasis que calme la sed
por la inanición de este vano sortilejio.

Mas una ciudad bizarra me habre sus más lejanos corredores,
sus inverosímiles calles, sus escaleras sin sentido,
sus inalcanzables y empolvadas ventanas,
para perturbar mi conciencia y de los humanos
mientras dure su existencia.

He caído en más de una de sus trampas,
he bebido de sus aguas pecaminosas, lo sé,
he sacrificado mi ejército y mi sabiduria también.

Pero he conocido lo desconocido y
se me ha concedido mi afán en esta tierra malsana,
de cuyo lodo pende mi destino, el orgullo vano
de toda alma trasmunda, mi inmortalidad.

Hoy pasadas las eras, existe miedo a la muerte,
tengo miedo a perder mi estúpida inmovilidad,
o a penetrar por fín en el mítico seol bajo el peso
de mi herejía.

Los elmintos huyen de mis carnes y la duda
de la muerte carcome mi ropa apolillada que
ya fuera de época y agotada por los tiempos
se lamenta de haber cubierto mi cuerpo.

Sentado en este solitario trono desnudo y cansado
bebo agua de un río y me pregunto
¿Qué será morir?
Tal vez hoy lo sepa.

He rozado con mis manos los rosales,
y hoy por fin mi mano sangra por las aristas,
siempre he pensado en este hermoso momento:
tantos siglos de ver morir a los héroes,
y yo aquí sin recordar la más corta de las noches.

7 comentarios:

Ordinaria Locura dijo...

hola sergio, que bueno que se une a la mara bloguera, voy a estar revisando su blog. saludos.

Sergio Espada Umaña dijo...

Gracias Claudia, creo que esto enriquecerá el proyecto panóptico, en el cual tengo fe aún que se logre seguir llevando. Siempre agradeceré sus comentarios. Saludos.

Sergio Q dijo...

Eres un hombre de mucha fé (demasiada), ja ja. Profundos los versos, fría la espada.
Felicidades. Hace falta corrección, pero lo esencial está.

Sergio Espada Umaña dijo...

Demasiada estimado Quéme, demasiada.

klavaza dijo...

Excelente renderización del concepto borgiano, de una inmortalidad que, no como la de Titonos, que consume pero no acaba la vida, se convierte en una pesada carga: palabras, tan solo palabras, le dejaron los las horas y los siglos...

Sergio Espada Umaña dijo...

Titonos: El fuego de la enamorada diosa se extinguió ante la inevitable decrepitud de Titonos, decrepitud que llegó a tal punto, que todo encogido y arrugado, no fue con el tiempo, mas que un despojo humano dotado de una voz chillona, que se oía salir en lamento siempre de la cuna de mimbre donde Eos acabó por meterle como a un niño recién nacido, cuando ya no podía ni andar. Me encanta la de Títonos pero me encanta más la borgiana el personaje llegó a degustar y comprender creando su propia lengua universal.

klavaza dijo...

No sé si recuerdo bien, pero a Titonos, Cronos, por piedad, lo convirtió en cigarra.