jueves, 18 de octubre de 2007
Sueño y despertar
El ala del águila cada mil y un años
roza la pirámide y en la vasta arquitectura
queda una herida desgastada por eones.
La herida segrega líquidos en un goteo incesante
provocando severamente al inerte cuerpo piramidal
a desvelarse del letargo eterno y fugaz.
Glándulas y extraviadas arterias
de infinitos cosmos inflan su pecho gigante
y con microscópicos moldes de gen perdido
van cediendo a otra forma.
Múltiples tejidos de cavernas y entresijos
lo convierten en el más valiente ser y
respetable organismo de esta conceptual creación
en la que todo dura solo un parpadeo.
Su éfimero valor lo quiere llevar a entrar a los abisales
y anegarlos de clara mañana,
haciendo que todo vibre apacible
y nada se sepa por que solo ha sido pensado.
En su mente inagotable de fantásticos mundos
vencidos por el éxtasis explota de su punta
un burbujeo espumoso blanquecino
y lo riega por toda la expansión.
Sóla en un páramo una rosa que pasó la oscuridad
queda en medio del último estertor de la noche
y al amanecer llena de rocio y baba
revisa su corola y pístilo humedecidos.
La rosa vuelve a dormir solitaria otra vez,
aceptando recibir cada mil y un años
el rocio de un nueva era aunque esta solo dure
un fugaz instante.
Junto a la tibieza de la última iluminación
el enigmático ser recibe antes del tiempo,
uno de los ciervos que da su carne para ser devorado
regocijado en vino e introspección.
Celebración bacanal que fulmina la luz de un rayo
que sacude y sacude el último rincón de la vasta pirámide
hasta llegar al cuerpo del ebrio animal que aún jadea.
En las noches de Brahma; en los períodos
cuyo inmóvil reloj es una pirámide,
muy lentamente desgastada por el ala de un pájaro,
que cada mil y un años la roza.
Una herida de la pirámide chorrea y gotea lubrificada
ansiando ver la oscuridad otra vez,
sin temer rebosar sus gotas blanquecinas
en la corola roja de una rosa incesante.
Foto tomada de http://lahoradelosfantasmas.tripod.com/maravillas.htm
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1 comentario:
Celebración bacanal que fulmina... excelente, debríamos acompañar este poema con un metal épico, resonante, para dimensionarlo más allá de la palabra.
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